"Soy Lisa Simpson : La Niña que sentía demasiado y la mujer que sigue sintiendo"
Aunque Lisa Simpson es una niña de 8 años y yo una mujer de 23, nuestras almas parecen hablar el mismo idioma. Crecí viendo Los Simpson, y desde muy chica supe que Lisa era mi personaje. Mientras el mundo alrededor se dejaba llevar por las modas, por el ruido social y el “qué dirán”, yo, al igual que ella, observaba, pensaba, cuestionaba… y sí, a veces también sobreanalizaba hasta quedarme sin aire. Me preguntaba si mi cerebro funcionaba al 110%, como el de Lisa, y si eso era algo bueno o una maldición. Su personaje, su sensibilidad y su lucha interior, me ayudaron a comprender la mía.
Lisa no solo es inteligente: es sensible, emocional y profundamente humana. Esa combinación tan poco celebrada en la infancia —el cerebro afilado con el corazón expuesto— fue mi realidad también. Su amor por la música, por el saxofón, su capacidad de emocionarse con una causa justa o caer en crisis existenciales ante la crueldad del mundo, resonaban conmigo en cada etapa de mi crecimiento. A veces lloraba sin saber por qué, solo porque “sentía demasiado”, y Lisa me enseñó que eso no es una debilidad. Es un superpoder.
Esa hipersensibilidad, esa capacidad de sentir con intensidad, es algo que compartí con Lisa, pero también lo es mi inteligencia superior comparado con el resto de mi familia. Mientras mis hermanos se divertían con sus rebeldias y travesuras, yo me refugiaba en los libros y en la música. Mis padres, aunque estaban orgullosos, no siempre comprendían mi necesidad de entender lo que el resto ignoraba; algo similar a la dinámica familiar de los Simpsons. En mi familia, esa inteligencia por encima de la media no siempre era valorada, a veces incluso era motivo de burlas o de indiferencia. Lisa también conoce esa sensación de ser la más inteligente de la familia, esa capacidad de ver más allá de lo que otros observan. Ese don de la percepción ha impactado directamente en mi camino como futura trabajadora social.
En la universidad, mientras estudiaba la Licenciatura en Trabajo Social en la UNR, descubrí que la incomprensión sigue, pero también que una puede transformarla en fuerza. Como Lisa, he sido la voz incómoda en medio de reuniones, la que habla cuando nadie quiere escuchar Y como ella, he luchado con el desafío de lidiar con personas que simplemente no comprenden mi forma de ver el mundo. He defendido ideas con pasión —y con miedo también— pero con la firme convicción de que, como dijo Lisa en “The President Wore Pearls”, la justicia social no es una moda, sino una necesidad urgente.
El episodio “Lisa the Vegetarian” me marcó profundamente. Su decisión de ir contra la corriente, incluso cuando eso implicaba quedarse sola, me enseñó a no negociar mis convicciones. En más de una ocasión repetí su lema “Excelencia... para todos”, como un grito interno que me recuerda por qué elegí esta vocación. También me encontré en esa escena de “Lisa’s Substitute” cuando el profesor deja una nota que dice: “You are Lisa Simpson”. Ese mensaje, que parece pequeño, a mí me sostuvo en momentos donde sentía que ser yo era demasiado.
Lisa es ambiciosa, sí. Pero no por ego. Es curiosa, idealista, quiere mejorar el mundo, aún cuando el mundo le responde con indiferencia. En “Bart Sells His Soul”, su dilema filosófico me recordó que hasta nuestras crisis pueden tener humor y profundidad. En “Holidays of Future Passed” la vi siendo madre, activista, profesional… y pensé: sí, eso quiero. Ser muchas cosas a la vez, incluso si a veces no encajan del todo.
No puedo contar cuántas veces Lisa me dio coraje. Coraje para hablar, para estudiar, para intentar cambiar algo. Como ella, soy susceptible, emocional, sensible… pero también fuerte, crítica y comprometida. Esa contradicción no es una falla: es lo que nos hace completas.
Lisa es extremadamente sensible, susceptible, emocional. No es raro verla enojarse o caer en pequeños abismos cuando el mundo la decepciona. Yo también he pasado por esos bajones existenciales en los que una se pregunta si vale la pena sentir tanto. Pero como ella, encontré en el arte una salida. Lisa canaliza todo eso con su saxofón —y a veces la guitarra—, yo lo hago escribiendo. Ella tiene la música; yo tengo la literatura. Así como ella sopla bronca, ternura y esperanza en cada nota, yo vuelco lo mismo en cada historia que creo. Esa necesidad de transformar el dolor en algo bello nos hermana, más allá de la pantalla.
Hoy, cada vez que alguien me dice que soy “demasiado intensa” o que “pienso demasiado”, sonrío. Porque sé que si Lisa estuviera ahí, me daría un abrazo y me diría: “Está bien ser así. Está bien ser vos.” Y eso es lo que quiero transmitir también como futura trabajadora social.
Por lo tanto,Cuando veo a lisa Simpson . ya sea tocando el saxofón o luchando contra la injusticia, veo un pedacito de mi alma ahí. Lisa Simpson me enseñó que pensar demasiado es una fortaleza, no una falla. Es una manera de amar el mundo con intensidad, aunque a veces, eso implique un poco de caos, un poco de locura… y mucho, mucho amor. Y aunque ella es una niña de dibujos animados y yo una mujer adulta, nuestra conexión sigue tan fuerte al día de hoy.
Autor: María margarita Segovia.
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