Freddy La Última Pesadilla: Cine Maldito El Terror Regresa.
Luz, Cámara, Pesadilla....
Capítulo 1: “La función terminó… ¿o empezó?”
Era viernes por la noche y la emoción se sentía en el aire. María y tus seis amigos —Tami, Javi, Nico, Vale, Laura y Mati— habían estado esperando toda la semana para ir al cine a ver “Freddy: La última pesadilla”, recién estrenada y con escenas tan aterradoras que hasta los tráilers daban miedo.
Compraron palomitas, gaseosas, y se ubicaron en la fila del medio. El cine estaba lleno. Risas, comentarios, nervios. Las luces se apagaron, y la película empezó.
Pero algo extraño ocurrió…
Pasados apenas unos minutos, el cansancio se apoderó de ustedes. Uno a uno comenzaron a cerrar los ojos, como si algo pesara en el ambiente. El sonido de la película se volvía lejano, confuso, como un murmullo bajo el agua.
Cuando despertaste, la pantalla estaba negra.
—¿Ya terminó? —preguntó Javi, frotándose los ojos.
—¿Nos dormimos? —dijo Vale, mirando a su alrededor. No había nadie más. El cine estaba completamente vacío. Ni empleados, ni público, ni luces. Solo silencio.
—Qué raro… —susurraste, sintiendo un escalofrío.
Se levantaron y salieron de la sala. El pasillo estaba más oscuro de lo normal. Las puertas no eran las mismas. Donde antes estaba la dulcería, ahora había una especie de puesto oxidado con luces de feria parpadeando.
—¿Qué carajos…? —dijo Laura, asomándose por la puerta principal.
El mundo afuera no era el mismo.
Donde antes estaba el estacionamiento… ahora había un parque de diversiones abandonado. Noria detenida. Carruseles girando solos. Música distorsionada de fondo. Puestos de algodón de azúcar podrido y sombras que se movían demasiado lento… o demasiado rápido.
—Esto no es el cine… —murmuro María
—¿Es un sueño? —preguntó Nico.
—No. Es Freddy —dijo Tami, mirando el cartel a la entrada del parque, donde una mano con garras sobresalía del letrero:
“Bienvenidos a la pesadilla”
El parque se encendió como si hubiera sentido su presencia. Luces, fuegos artificiales apagados. Y una voz retumbó desde los altavoces oxidados:
“Ya están en la película, chicos. Y solo uno puede ver el final.”
Capítulo 2: “Atracciones del miedo”
El chirrido oxidado del carrusel fue lo primero que escucharon al cruzar la reja del parque. Las luces titilaban en tonos rojos y verdes, parpadeando como si tuvieran vida propia. A lo lejos, la gran rueda detenida parecía observarlos como un ojo inmóvil en la noche.
—¿Dónde estamos realmente? —preguntó Laura, abrazándose a sí misma.
—No es un sueño —dijo maria en voz baja, sintiendo cómo el aire se volvía más denso a cada paso.
Cada uno del grupo comenzó a separarse por instinto, como si algo invisible los guiara hacia distintos sectores del parque.Maria intenta mantenerlos juntos, pero una melodía suave y perturbadora flotó en el ambiente, atrayéndolos como imanes.
Javi se detuvo frente a una casa de espejos. Siempre había odiado su reflejo, no por vanidad, sino porque desde pequeña tenía pesadillas con espejos que la distorsionaban, que la duplicaban. Al mirar el letrero, leyó:
“El reflejo no siempre es tuyo.”
Vale fue atraído por la montaña rusa. Él, que nunca se había atrevido a subir a una. Sus piernas temblaban solo de mirar la altura. Pero esta montaña rusa parecía más viva que una estructura metálica común. Respiraba. Se movía. Tenía una boca al final del riel.
Tami encontró un juego infantil cerrado con cadenas. Al acercarse, se escuchaban risas de niños… pero no había nadie. Ella se quedó paralizada. Desde pequeña, le temía a los juegos abandonados por un trauma que nunca contó.
Maria, mientras tanto, sentiste que el suelo bajo tus pies vibraba. Caminaste hacia el centro del parque y viste un letrero girando lentamente:
“El espectáculo principal comienza a medianoche.”
Al mirar el reloj del parque, notaste que estaba detenido en las 11:44… y cada vez que parpadeabas, avanzaba un minuto.
—Esto está vivo… —susurro Maria
De repente, un grito rompió la atmósfera. Venía desde la casa del terror.
Nico.
Todos corrieron hacia allí, dejando atrás sus atracciones. Al llegar, la puerta estaba entreabierta, con marcas de garras sobre la madera. Dentro, solo oscuridad. Y una risa.
Una risa inconfundible.
—Chicos —dijo Mati, con el rostro blanco—. Creo que ya empezó la película.
Capítulo 3: “Reglas del juego”
—¡Esto tiene que ser un sueño! —gritó Tami, golpeando las paredes.
—No... no lo es —dijo maria en voz baja, sintiendo cómo el frío se metía por tus huesos.
Caminaron juntos por el pasillo, pegados unos a otros. El lugar parecía una mezcla entre el viejo barrio de Freddy y algo nuevo... algo que se adaptaba a ustedes.
En una esquina, Javi encontró una vieja televisión. Se encendió sola. La imagen parpadeó y mostró una habitación… donde ustedes aparecían, dormidos, aún en las butacas del cine.
—¡Estamos ahí! ¡Eso somos nosotros!
—Estamos atrapados —dijo Laura, con los ojos vidriosos.
En la pantalla apareció una frase escrita en rojo, como con sangre:
“Cada uno tiene un miedo. Freddy ya lo conoce. Y sólo escaparán si enfrentan lo que más los aterra.”
Un reloj de pared comenzó a marcar hacia atrás.
00:59:59
—¿Es una cuenta regresiva? ¿Una hora para qué? —preguntó Nico.
—Para sobrevivir… o no despertar nunca —murmuraste, mientras una puerta al fondo del pasillo se abría sola, chirriando.
Al otro lado: un vecindario de noche, casas iguales, luces apagadas. Era la Elm Street… pero todo tenía algo distorsionado. Como si fuera una pesadilla hecha carne.
Mati se adelantó, pero apenas puso un pie fuera del pasillo, el suelo tembló. Una figura apareció de golpe a la distancia. El sombrero. El suéter a rayas. Las garras.
Freddy.
Corrieron.
Pero cada dirección parecía cerrarse. Las calles se torcían, las luces explotaban, y voces susurraban desde las ventanas cerradas.
“Las reglas…” dijo Vale de pronto, señalando una cartelera vieja de cine que se encendió como por arte de magia.
Allí estaban escritas:
1. No te duermas.
2. Recuerda quién eras antes de entrar.
3. Lo que temes, se vuelve real.
4. Solo uno puede vencerlo.
5. La historia debe tener un final.
—¿“Solo uno puede vencerlo”? ¿Qué significa eso? —preguntó Nico, nervioso.
—Que esto… es una película. Pero también un juego —dijo María, mirando la calle que se abría frente a sus amigos como un escenario.
Y sabía lo que venía después.
Cada uno enfrentaría su miedo.
Freddy los estaba esperando.
Y ustedes… estaban atrapados en escena.
Capítulo 4: “La primera víctima”
La casa del terror estaba más fría por dentro que por fuera. El aire tenía un olor rancio, como a madera húmeda y metal oxidado. Las paredes parecían moverse con cada respiración. Javi iba al frente con la linterna de su celular, mientras los demás lo seguían pegados unos a otros.
—Nico, si esto es una broma, no tiene gracia —gritó Vale, pero su voz se perdía en la oscuridad como si el lugar la absorbiera.
De pronto, una figura cruzó por el pasillo al fondo. No corría. Caminaba con lentitud… pero arrastraba algo pesado.
Todos se congelaron.
—¿Vieron eso? —susurró Laura, con lágrimas en los ojos.
Javi se acercó con cuidado y, al doblar la esquina, lo vieron.
Nico estaba dentro de una jaula. Una especie de vitrina de cristal, como una escena de museo. Estaba inmóvil, con los ojos abiertos, como si lo hubieran dejado congelado en el tiempo. Sobre él, un cartel iluminado:
“Terror personalizado: tus pesadillas favoritas en tiempo real.”
—¡Nico! —corrieron hacia el cristal, pero al tocarlo, una descarga eléctrica los repelió.
Y entonces, apareció él.
No del todo, no por completo. Solo su silueta detrás del humo rojo. El sombrero. El suéter a rayas. Las cuchillas en la mano derecha que tintineaban al rozarse entre sí.
—¿Pensaban que podían venir a ver mi película sin ser parte de ella? —dijo con voz rasposa.
Freddy.
La risa resonó por todo el parque. No era solo una risa. Era una promesa. Una sentencia.
Las luces parpadearon. La jaula de Nico se llenó de niebla y su figura desapareció como si jamás hubiera estado allí.
El grupo corrió, pero el parque había cambiado.
La salida ya no estaba.
En su lugar, un nuevo letrero apareció sobre el portón principal:
“El juego ha comenzado. Uno por uno. A menos que despierten… si es que pueden.”
Capítulo 5: “La atracción que te elige”
Después de la desaparición de Nico, el grupo se refugió en un kiosco abandonado. Nadie hablaba. Solo se escuchaba el sonido del viento… y la música tétrica del parque, que no paraba nunca.
—Esto no puede ser real —dijo Mati, abrazándose a sí mismo—. Debe ser un sueño… un maldito sueño.
—¿Y si no lo es? —murmuró Laura—. ¿Y si de verdad estamos dentro de la película?
Javi tragó saliva. Tenía una corazonada… como si cada rincón del parque los estuviera observando. Como si estuvieran dentro de una mente enferma que se divertía con su sufrimiento.
De repente, una de las luces del parque comenzó a parpadear y un cartel se encendió solo:
“Atracción: La Torre del Abismo — solo para valientes.”
—¿Ese no era el miedo de Vale…? —preguntó Mati—. ¿Las alturas?
Vale tembló. El parque los estaba dividiendo. Llamándolos uno a uno con atracciones personalizadas.
Laura vio el Carrusel comenzar a girar solo. En cada caballo, una versión de su rostro, todas gritando, todas llorando. Su miedo a perder el control mental.
Tami escuchó voces salir de la Casa de los Espejos. Su reflejo la insultaba, le gritaba que no valía nada. Ella temía convertirse en su peor enemiga.
Tami intentó escapar. Corrió hacia el portón, desesperado, gritando nombres, buscando una salida. Pero al cruzar la entrada, no encontró la calle… sino un cine vacío.
En la pantalla gigante: su muerte proyectada una y otra vez. Una escena que no recordaba haber vivido. Sangre. Cuchillas. Freddy parado detrás de él, como un director satisfecho.
Tami gritó.
Y cuando los demás corrieron en su dirección… ya no estaba.
Solo quedaba la pantalla en blanco… y la butaca donde élla había estado, ahora vacía.
Javi cayó de rodillas.
—Nos está atrapando a todos. Uno por uno. Según lo que más nos aterra…
—¿Y si… y si vencemos nuestros miedos? —preguntó Laura, temblando—. ¿Y si esa es la salida?
Javi miró a su alrededor, el parque se sentía más vivo. Como si Freddy estuviera allí, justo fuera de la vista, riéndose bajo su sombrero, esperando.
“Uno por uno… A menos que despierten.”
Capítulo 6: “Solo si sobrevives”
La decisión no fue planeada. Fue impulso.
Vale, temblando, se acercó a la Torre del Abismo. La atracción la llamaba como un susurro en su mente. Nadie pudo detenerla. La puerta del elevador se abrió sola, y antes de que los demás pudieran reaccionar, ya estaba dentro.
—¡Vale! —gritó Mati, pero fue inútil.
La torre se encendió con luces rojas y negras, y subió… tan alto que desapareció entre la niebla.
Javi, impotente, golpeó una baranda oxidada. Se sentía inútil, perdido. Hasta que vio algo. Una figura encapuchada dejó caer un rollo de película cerca de la zona del carrusel, y desapareció entre las sombras.
Él corrió hacia allí y, al abrir el rollo, encontró algo insólito: una secuencia de escenas como si fueran tomas de su vida en el cine. Su infancia, la noche en que fueron al cine… y un final que aún no había ocurrido: todos saliendo por una puerta con una luz blanca.
—Chicos… creo que hay una forma de salir.
—¿Qué? —dijo María—. ¿Cómo?
—Esto… es como una película. Si logramos completarla, tal vez podamos salir. Tal vez debamos sobrevivir a nuestras escenas. No sé… es una locura, pero… ¿qué si es verdad?
Mientras tanto, en la cima de la torre, Vale estaba sola. No había operadores, ni controles. Solo el vacío… y la voz de Freddy en los altavoces.
—¿Querías volar, Vale? ¿O caer para siempre?
El elevador cayó en picada.
Vale gritó… pero cuando abrió los ojos, seguía viva. Estaba parada sobre un campo de flores rojas, como si la torre la hubiera soltado en otra dimensión.
—¿Lo vencí? —susurró—. ¿Esto es parte de…?
En su mano, apareció una ficha dorada de parque. Grabada con una palabra: “Superaste.”
Y al fondo… una puerta que no estaba antes.
Capítulo 7: “La cuenta regresiva”
El sol brillaba débilmente, como si el día no estuviera dispuesto a llegar del todo. La atmósfera era extraña, sobrecargada de incertidumbre. El parque de diversiones parecía más un sueño roto que una realidad, con las luces titilando en los rincones oscuros y las sombras de los árboles alargándose.
—Tenemos que encontrar las fichas —dijo javi, mirando la ficha dorada que había encontrado antes—. Vale ya tiene una, pero necesitamos más.
María, nerviosa, asintió. Ella miró alrededor. El parque parecía no tener fin, con atracciones que se multiplicaban a medida que caminaban, pero las sombras se alargaban cada vez más, y una sensación de claustrofobia comenzó a apoderarse de ellos.
—Esto no está bien —murmuró Laura, mientras caminaban—. Este parque… no es real. No puede serlo.
Un escalofrío recorrió a todos cuando una risa sibilante comenzó a resonar a través de los altavoces rotos del parque. No era un sonido cualquiera, sino el eco de un grito de terror que retumbó en cada rincón. Freddy no estaba lejos.
—¡Rápido! —dijo Javi , apurándose hacia el Trono del Horror, una atracción enorme con una rueda giratoria en su base, rodeada de una neblina espesa—. ¡Las fichas deben estar por aquí!
Sin embargo, cuando se acercaron, una sombra familiar apareció frente a ellos: una figura alta, vestida de rojo, con guantes afilados que brillaban como cuchillas bajo las luces del parque. Freddy Krueger.
—¿Pensaron que escaparían tan fácil? —dijo Freddy con una sonrisa cruel, sus dedos afilados se deslizaban por la rueda del trono, creando un sonido espantoso.
—¡No tenemos tiempo para ti! —gritó María, temblando de miedo, pero decidida—. ¡Tenemos que encontrar las fichas!
Freddy los observó con una expresión maliciosa.
—¿Las fichas? Oh, sí, ya sé de qué hablan. Pero les advierto, chicos, el juego no será tan fácil. Cada ficha que encuentren los acercará más a la muerte. Es solo cuestión de tiempo. ¡Y la cuenta regresiva ha comenzado!
Con un movimiento rápido, Freddy levantó su mano y las fichas doradas en sus manos desaparecieron, cayendo en la rueda giratoria del Trono del Horror. Cada giro de la rueda se escuchaba como el tic-tac de un reloj. Era un desafío.
—Veamos quién sobrevive primero —dijo Freddy, desapareciendo en la niebla.
El grupo se quedó en silencio, con la sensación de que no sólo estaban luchando por escapar de la película. La realidad era mucho más compleja. Cada uno debía enfrentar su peor miedo para conseguir las fichas. De alguna manera, Freddy había hecho que el juego fuera aún más personal. Ahora no se trataba solo de escapar, sino de sobrevivir a los propios horrores internos.
—Debemos seguir buscando, rápido. Las fichas son la clave —dijo Javi , apretando los puños. No era el momento de rendirse.
Mati y Laura empezaron a recorrer el parque, buscando pistas, mientras María se quedó cerca de la rueda, observando cómo giraba lentamente.
—Si conseguimos todas las fichas, ¿crees que podremos salir de aquí? —preguntó Vale, temerosa. A pesar de haber pasado por una de las pruebas, sabía que esto era solo el comienzo.
Javi asintió. No tenía todas las respuestas, pero algo dentro de él lo impulsaba a seguir.
Mientras tanto, Freddy, desde las sombras, observaba sus movimientos. Cada ficha recuperada les acercaba a su destino, y el reloj no tardaría en marcar el final.
Capítulo 8: “Atracciones del terror”
La rueda del Trono del Horror dejó de girar con un chirrido metálico. Las luces del parque parpadearon y luego se apagaron por completo. Solo una voz resonó, como si viniera del cielo:
—Un miedo, una ficha. El que no lo enfrente, no sale.
—Freddy —murmuró Vale, mirando a su alrededor.
De pronto, el parque se dividió. Los caminos se separaron en siete senderos distintos, cada uno iluminado por una tenue luz de neón. Una fuerza invisible los empujó, separándolos.
Javi corrió hacia uno de los caminos, desesperado por no dejar a los demás, pero la niebla era demasiado espesa. Pronto, se encontró solo frente a una vieja atracción abandonada: "La Casa de los Reflejos".
Dentro, todo era silencio… hasta que vio su reflejo.
—¿Qué demonios…? —murmuró. Su reflejo lo miraba, pero no imitaba sus movimientos.
Era él… pero más delgado, pálido, con ojos hundidos. El reflejo comenzó a hablar.
—Eres débil, javi. Nunca pudiste proteger a tus amigos. Vas a fallar otra vez. Vas a dejarlos morir.
Javi retrocedió, pero no podía apartar la vista del reflejo.
De pronto, los espejos comenzaron a romperse uno por uno, hasta que solo quedó el de su reflejo. Javi , temblando, lo miró de frente.
—No soy perfecto, pero esta vez no fallaré.
—¿Estás seguro? —preguntó el reflejo.
Javi asintió.
El espejo explotó en mil pedazos, y entre los cristales apareció una ficha dorada flotando. La tomó con manos temblorosas. Al instante, fue transportado fuera de la atracción, jadeando, sudado… pero con una ficha más.
Mientras tanto, Maria se adentraba en una atracción con forma de hospital. Odiaba los hospitales. El olor a desinfectante, las luces blancas… y los pasillos interminables.
Pero lo peor fue cuando escuchó la voz de su madre, que había muerto años atrás.
—Maria… ¿por qué me dejaste sola?
María cayó de rodillas. Ese era su mayor miedo: el abandono, la culpa. La sensación de que no hizo lo suficiente cuando su madre enfermó. Pero ahora, tenía que enfrentar esa sombra del pasado.
—No fue mi culpa —dijo en voz baja—. Yo era una niña… No pude salvarte, pero no te olvidé.
Las luces parpadearon… y entonces apareció su ficha, justo al lado de una camilla vacía.
Una a una, las atracciones fueron absorbiendo a los chicos, mostrándoles sus pesadillas más íntimas. Para sobrevivir, cada uno tendría que superarse.
Pero no todos estaban ganando.
Laura no logró salir de la atracción que la enfrentaba con su miedo al encierro. El juego con Freddy no tenía compasión. Si no conseguías la ficha… el parque te mantenía dentro. Para siempre.
Freddy apareció entre las sombras de una rueda de la fortuna oxidada, riendo con su risa macabra.
—Uno menos. Cuatro quedan. ¿Quién sigue?
Capítulo 9: “Faltan piezas”
Javi jadeaba aún con la ficha en la mano cuando apareció repentinamente en el centro del parque. A su lado, surgieron uno a uno Vale,Mati y María todos con los rostros pálidos, la ropa sucia y los ojos marcados por lo que acababan de vivir.
Nadie habló al principio. Solo se miraron… contando.
—¿Dónde está Laura? —preguntó Javi, rompiendo el silencio.
—No… no volvió —dijo vale con la voz quebrada.
María negó con la cabeza. —Ella no… No consiguió la ficha.
—No puede ser —murmuro Mati , sintiendo un nudo en el pecho—. No puede haberse quedado atrapada…
Entonces, las luces del parque se encendieron de golpe, iluminando el enorme tablero en el cielo: una rueda dividida en secciones con los rostros de todos ellos. El rostro de Laura se oscureció, cubierto por una sombra negra.
“Error. Ficha no obtenida. El jugador no avanza.”
Un temblor los sacudió. El parque parecía más grande, más vivo… y más hostil.
—Tenemos que salir de acá —dijo María, con lágrimas en los ojos.
—Tenemos que encontrar las otras fichas —dijo Javi—. Y encontrar a Freddy. Si lo enfrentamos… quizás podamos cambiar las reglas.
Mientras tanto, Mati, separado del grupo, se encontraba en una atracción que parecía un aula gigante: "El Teatro de la Expectativa".
El público estaba lleno… de figuras con rostros borrosos. Todos lo miraban. Lo señalaban. Se reían.
—¿Eso es todo lo que tienes? —gritó una voz—. ¿Así pensás triunfar? ¡Sos un fraude!
Desde pequeño, Mati temía no ser suficiente. Vivía tratando de complacer a todos, de sobresalir. Pero en ese escenario, su voz se quebró. Las luces lo cegaban. Quiso huir, pero la salida desapareció.
Entonces, recordó algo que Tami le había dicho una vez:
—No tenés que demostrarle nada a nadie. Solo sé vos mismo.
Con un temblor en las piernas, Mati tomó el micrófono en el centro del escenario.
—No soy perfecto. Pero eso no me hace menos valioso.
La multitud estalló en gritos… y luego desapareció. Quedó solo, en silencio. Frente a él, la ficha brillaba sobre una silla.
La tomó. Y al instante, fue devuelto al centro del parque.
Ahí, los otros corrieron hacia él. Ya eran tres… pero una ficha seguía faltando.
Y entonces, la música del carrusel comenzó a sonar… pero más lenta, más distorsionada. Como una señal.
—Nos está esperando —dijo María.
—Entonces vayamos por él.
Y con las fichas en mano y los ojos decididos, se adentraron en la próxima fase del parque… donde Freddy los esperaba, cara a cara.
Capítulo 10: “Cara a Cara”
El parque se oscureció por completo. Solo una atracción seguía iluminada: la Casa de los Espejos. El cartel titilaba en rojo, y las puertas estaban abiertas de par en par, como una invitación macabra.
—Es ahí —dijo Javi—. Lo siento en la piel.
—¿Y si no salimos? —preguntó María, con la voz temblorosa.
—Ya no hay vuelta atrás —murmuró Mati—. Laura ya no volvió. No podemos fallar.
Uno a uno, entraron.
Dentro, los espejos no solo deformaban sus reflejos… les hablaban. Les mostraban momentos de culpa, decisiones que quisieron olvidar, escenas de sus peores días. El reflejo de Javi lo acusaba de no haber defendido a Nico aquel día. El de Mati lloraba sangre. El de Vale gritaba con una voz que no era suya. María, paralizada, vio a su madre en aquella cama de hospital, repitiendo su nombre con labios morados y ojos sin brillo. El dolor la atravesó como un rayo.
Y entonces, el cristal crujió.
Del espejo del fondo emergió Freddy.
No era exactamente como en la película. Era más oscuro, más alto, y parecía formado de retazos de sombras y fuego. Su guante de cuchillas arrastraba chispas al tocar el suelo. Pero lo peor no era su forma: era su sonrisa. Porque parecía… conocerlos.
—¿Pensaron que era solo una película? —rió, con voz hueca—. Ustedes me miraron… me invocaron. Me trajeron a su mundo. Ahora están en el mío.
Javi dio un paso adelante, temblando pero firme.
—¿Qué querés de nosotros?
Freddy inclinó la cabeza, divertido.
—Lo mismo que ustedes me dieron: atención, miedo, energía. Cada vez que alguien me mira, crezco. Pero ustedes... ustedes se durmieron. Me dejaron entrar. Y ahora este parque es mío. Cada ficha era un pedazo de su alma. Y ahora que están completas… ¡comienza la verdadera función!
Los espejos estallaron. Sombras surgieron de todos lados. El parque se estremecía. Las risas distorsionadas lo cubrían todo.
Pero en medio del caos, una luz blanca apareció sobre sus cabezas. Era la figura de Laura, Nico y Tami. Sus rostros calmos, y sus ojos serenos.
—No tienen que jugar con sus reglas. Recuerden quiénes son. Lo que compartieron. Lo que perdieron. El amor… también tiene poder aquí.
Freddy gritó, retrocediendo ante la luz. Las fichas en sus manos comenzaron a brillar. Uno a uno, los chicos Javi,Mati, Vale elevaron sus fichas. María alzó la suya también, con fuerza, con convicción.
Y al hacerlo, los recuerdos compartidos comenzaron a flotar a su alrededor: risas en el cine, tardes de parque, secretos, abrazos, la confianza entre ellos. El vínculo que no se había roto, ni siquiera con la muerte.
—¡NO! —bramó Freddy—. ¡ESO NO ES PARTE DEL JUEGO!
Pero ya no era su juego.
La luz lo cubrió. Y en un último grito… desapareció.
Los chicos cayeron de rodillas, exhaustos. El parque comenzó a desmoronarse, como si nunca hubiese existido.
Una puerta apareció ante ellos.
—¿Creen que sea la salida? —preguntó María.
—Solo hay una forma de saberlo —respondió Javi.
Se tomaron de las manos… y cruzaron.
Capítulo 11: “La Última Función”
Los sietes abrieron los ojos casi al mismo tiempo.
Estaban sentados en sus butacas del cine. La pantalla estaba en negro. Las luces encendidas. El sonido del proyector ya no rugía. Todo parecía… normal.
Javi fue el primero en hablar:
—¿Qué… pasó?
Miró a su alrededor. Maria parpadeaba, confundida. Mati se levantó de golpe. Vale se tocó la cara como si no creyera estar entera. Tami, Laura y Nico miraban hacia la pantalla en silencio.
—¿Soñamos lo mismo? —murmuró María.
—No fue un sueño —dijo Nico, con una certeza extraña—. Fue real. Freddy… el parque… Laura…
El nombre los golpeó como una bofetada. Se giraron hacia la última butaca vacía. Donde ella había estado sentada.
Vacía.
Vale rompió a llorar.
—No puede ser… no puede ser que no haya vuelto…
Javi se levantó, con el corazón pesado. Se acercó a la fila trasera. Miró cada asiento. Nada.
Los seis salieron del cine, en silencio, con el sol de la mañana cegándolos por un momento. El mundo seguía su curso. Gente caminando, autos pasando, todo normal.
Todo… menos ellos.
Porque algo había cambiado. Ya no eran solo un grupo de amigos. Habían atravesado juntos un infierno. Y habían vuelto. No todos. Pero sí unidos.
Antes de separarse, María se detuvo frente a la marquesina del cine. El cartel seguía ahí:
"Pesadilla Final: Freddy ha vuelto"
Pero alguien —¿o algo?— había garabateado una línea más debajo, apenas visible:
“Gracias por jugar.”
María sonrió con tristeza. Se giró hacia los demás.
—¿Vamos a casa?
Los demás asintieron.
Y mientras se alejaban, una última ráfaga de viento cruzó la calle. En el aire flotó por un instante una ficha dorada de parque de diversiones, que luego se deshizo como polvo en el sol.
FIN.
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